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domingo, 3 de julio de 2011

NEBLINA MORADA: El amor y los filósofos

NEBLINA MORADA
El amor y los filósofos
Irving Ramírez

Un tema proscrito de la filosofía ha sido el amor. Tal vez por su naturaleza personal y diversa, por su ascendencia democrática, por su evanescencia, y considerársele vulgar, no fue considerado por nadie, salvo Platón con su mito del andrógino original y la busca de la mitad pérdida, esa nostalgia que permea en todos, o su reaparición en Giordano Bruno, que lo definía como un amor metafísico, o la radical y conservadora de Schopenhauer que remitía su aparición solo como pretexto para la reproducción y la preservación de la especie. En tiempos nuevos, Roland Barthes lo estudió como una estructura de poder y lo fragmentó en relatos. El amor como algo marginal e irrecuperable. Incluso desterrado del ámbito del conocimiento, de la inteligentsia. Sin embargo, quien refrescó la reflexión sobre este sentimiento y dotó de una nueva mirada, tal vez muy polémica, es el extraordinario filósofo austriaco Otto Weininger, más conocido por ser el profeta de la misoginia y el antisemitismo, pero que creó una plataforma conceptual muy vasta sobre los seres humanos modernos. Y el amor fue uno de sus ejes.

Su postura es altamente inquietante, dice por ejemplo que el amor es la ausencia de deseo sexual, que incluso se contraponen, que quien ama no desea, y quien desea no ama. Que cuando alguien ama, busca en el otro lo que hay de sí mismo, es decir, se ama en el otro. Con estos dos conceptos dinamita las certezas más añejas de Occidente sobre el amor. Es un revolucionario, sus tesis las desarrolla con harta lucidez y ejemplifica. Ese libro brillante, Sexo y carácter que escribió a los 22 años y que lo encumbró entre los más importantes filósofos de la modernidad, habría de prevalecer por mucho tiempo como un ejercicio de criba filosófica, y lo erigió como filosofo maldito. Dice cosas tan extrañas e interesantes como estas: “la atracción sexual crece con la proximidad corporal, el amor es más fuerte en ausencia de la persona amada, necesita de la separación, de una cierta distancia para subsistir… Existe también el amor platónico, aun cuando lo nieguen los profesores de psiquiatría.” Su postura erradica los matices, y además, va contra el psicoanálisis, del que fue contemporáneo. Por ello Karl Kraus lo admiraba, y todos esos grandes hombres lo respetaban, incluso el mismo Freud. Llega a afirmaciones como esta: “la idea trascendental del amor, si es que existe, sólo puede darse en el amor hacia el valor infinito, esto es hacia lo absoluto, hacia Dios, o en la forma de amor hacia la belleza absoluta y sensible de la naturaleza en su conjunto (panteísmo); el amor a una cosa en particular, incluso a la mujer, es ya una decadencia de la idea, una culpa”.

Siguiendo esta idea, la película Los amantes de María, de Konchalovski, sería un ejemplo: el esposo que persiguió a la mujer años, al casarse con ella no puede tocarla y prefiere huir dejándola con el ardor del sexo intacto. La ama tanto que no puede mancillarla. Esto quizá explicaría la infidelidad de algunos: aman a su mujer pero desean a otras, separan los ámbitos. Por eso Don Juan y Casanova serían dos paradigmas de la concupiscencia, que no del amor. Buscan afanosamente el amor pero ignoran que no está alojado en el sexo y por eso se pierden en la diversidad y la frustración. O, tal vez su desgracia sea —anota— que aquellos que en nada se interesan, tienen incapacidad para el amor.

Weininger concibió esta obra maestra a los 22 años, a los 23 se suicidaría en cuarto de hotel donde murió Beethoven. Se le recuerda por su antisemitismo, por su misoginia acendrada, y por su brillantez filosófica. Sus tesis sobre el amor, en general, merecen ser discutidas. Termino con una de sus ideas: “El amor es la suprema y más vigorosa manifestación de la voluntad para adquirir un valor, por esto se manifiesta en él más que en ninguna otra cosa del mundo la verdadera esencia del ser humano, que oscila entre el espíritu y el cuerpo, entre la sensualidad y la moralidad, y que participa de la divinidad y de la animalidad. Solo cuando ama el hombre es tal como es. Así se explica que muchos individuos comiencen a creer en el propio Yo y en el Tú ajenos tan solo cuando aman”.

Yo creo que el amor es más que un sentimiento: filosofía intrínseca, filosofía inmanente, filosofía inocente y autónoma, que emplaza a la reflexión de un cuerpo y una conciencia más allá de si misma.

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