En mayo de este año, tanto en este mismo espacio como en el blog hermano Crítica musical en México, publicamos, dos veces, un magnífico ensayo de nuestro amigo investigador y periodista Roberto García Bonilla en torno a la polifacética figura intelectual de Walter Benjamin y su relación, honda y brillante, con la música, pues el propio Benjamin fue compositor y autor de un polémico ensayo filosófico llamado Sociología de la música, y que es un clásico, aunque no sea propiamente sociología lo que en sus páginas desarrolla sino una cierta filosofía de la música. El ensayo apareció en dos versiones. Aquí mismo, en su versión íntegra, con numerosas notas a pie de página, para su descarga, en tanto en el blog hermano en una versión reducida para su lectura en directo. Ahora Irving Ramírez nos entrega una breve reflexión sobre otro aspecto, menos conocido, del gran filósofo alemán: su veta literaria como narrador. Para la consulta del otro trabajo, remitimos al enlace que aparece al inicio de esta presentación.
NEBLINA MORADA
Walter Benjamin, Narrador
Irving Ramírez
Hay una conexión entre su pensamiento crítico y filosófico y su narrativa. Si en el primero, la originalidad es escueta y esencial, donde prevalece la revelación que nunca termina y se queda abierta en la mente del lector, en sus cuentos y relatos recogidos en Historias y Relatos de Editorial Aleph, sucede lo mismo. Walter Benjamin en cada texto es un desafío a la lógica, y una introducción a los laberintos misteriosos de la vida. Sus relatos contados hasta con desenfado, pero con una prosa fina y exacta, narran esa parcela de lo absurdo, de lo reflexivo que linda lo filosófico, de la ironía natural. Precursor de la importancia de la imagen, traza estos retratos que en él devienen conceptos; su sentido de la sustracción lo lleva a
decantar sus relatos hasta hacerlos parecer inconclusos o truncos; sin embargo, en ese afán por el boceto hay una idea de un mundo incompleto de que toda historia nunca es conclusiva, como la realidad misma.
Theodor W Adorno, su discípulo y amigo, decía de él que “sus frases apelaban no a la revelación, sino a un tipo de experiencia que únicamente se distinguía del general por el hecho de que no respetaba las restricciones y prohibiciones a las que normalmente se somete la conciencia dirigida”. En uno de sus relatos por ejemplo, “Tener buena mano”, una charla sobre el juego es un dechado de análisis sobre la naturaleza del mismo, allí dice que es algo antinatural, que se trata del deseo referido a un futuro lejano y que se busca sentirlo de inmediato; que es cortejar el destino, y narra varias sorprendentes anécdotas; dice que un jugador de suerte actúa instintivamente, como cualquier persona en un momento de peligro creado artificialmente, y el cuerpo debe salir adelante sin contar con la cabeza.
Otro cuento es sobre los carnavales en Niza, donde diserta sobre la inocencia y la divide como dos esferas de absoluta inocencia, y ambas están situadas en la frontera en que nuestra estatura normal deja paso a lo gigantesco o lo diminuto; todo humano está afectado de culpabilidad afirma uno de sus personajes. El lenguaje se cierne sobre estas historias con su fuerza poética dicha como al pasar “las arrugas de la noble resignación”, o “cada siglo que pasa las cosas se vuelven más extrañas”. En ellas prevalece el engaño, el subterfugio, o donde los objetos adquieren un cariz mágico o revelador o hay parábolas judías, alegorías, hasta la experiencia con el hachís en ese cuento célebre “La Historia del fumador de Hachís”, donde menciona a Baudelaire, uno de sus autores dilectos. Cuentos como “El pañuelo”, “Una tarde de viaje”, “La advertencia”, “La muralla”, son exquisitos. Sorprende esta capacidad poco conocida del filósofo por la narrativa, donde no desmerece a sus otros textos, acaso con más vida hubiese podido crear una obra muy intensa y vasta, su capacidad de observación es legendaria, su afición por el detalle, su memoria erudita. Y, todo al servicio de esta prosa que en su parquedad gana en tensión y en efectividad.
Benjamin esculpe un universo satírico, donde lo menos que logra es la sonrisa del lector con su ingenio y malicia. Este libro desvela pues, el aura de las comicidades y de la poesía y nos las devuelve con su calidad de espejo intemporal y de inmutable belleza, como en el cuento “La Luz”, donde anota: “Esta luz -pensé- no les dice nada a quienes la tienen delante de sus ojos todas las noches, pero a mí, forastero en este lugar, me dice muchas cosas […] la luz que antes había divisado al nivel del suelo, era la luz de la luna, que ya se alzaba lentamente sobre las colinas lejanas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario