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jueves, 11 de agosto de 2011

El poder del Estado contra Efraín Bartolomé, por José Manuel Recillas

La violenta entrada de un grupo de “policías federales” en casa del poeta Efraín Bartolomé en busca de armas es una prueba más de que en la llamada “guerra contra el narco” del presidente de la Nación, se ha perdido el rumbo –si es que alguna vez lo tuvo– y se dan sólo palos de ciego en busca de un enemigo de mil cabezas.

Al mismo tiempo, otro poeta, Javier Sicilia, señalaba, apenas con un día de diferencia, que se ha satanizado al Ejército en esta lucha contra el crimen organizado por parte del Estado desorganizado. Por más que la buena fe de un poeta clame por evitar ensuciar el “prestigio” de las fuerzas armadas, es evidente que desde 1968 el Ejército no tiene manera de limpiar su nombre, y jamás ha pedido disculpas institucionales por “seguir órdenes” y masacrar a población civil indefensa. Lo mismo podría decirse de la actual guerra contra el crimen organizado.

La violenta irrupción en casa del poeta Efraín Bartolomé es un argumento más en torno a la absoluta indefensión del ciudadano con respecto a la autoridad del Estado, que es la primera en violar las garantías individuales. No encontraron armas en casa del poeta, pero si hubieran buscado bien, seguro las habrían encontrado: plumas, hojas de papel en blanco, libros, he ahí las peligrosas armas en poder del escritor, que por la ignorancia supina de los cuerpos de “seguridad” del Estado no supieron reconocer.

Es obvio que ya no hay defensa posible frente al poder arbitrario del Estado, que como gallina sin cabeza, ataca a los ciudadanos de a pie, sin que medie investigación alguna ni orden de juez ninguno, de modo que el “imperio de la ley” tan cacareado por el presidente y sus subalternos simplemente no existe pues de origen, lo sabemos, jamás lo hubo.

En verdad esta llamada “guerra contra el crimen organizado” es una guerra perdida, y los defensores de la estrategia gubernamental sólo pueden atenerse a que las próximas víctimas no sean ellos, o sea alguien de su agrado, para así justificar lo injustificable. Y mientras eso ocurre, medios de comunicación, comunicadores, lamehuevos y lee-noticias se dedican a arrastrase tras la noticia de los probables candidatos a la Presidencia. Allí también se ve el desprecio del Cuarto Poder por el ciudadano de a pie.

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