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jueves, 11 de agosto de 2011

El poder del Estado contra Efraín Bartolomé, por José Manuel Recillas

La violenta entrada de un grupo de “policías federales” en casa del poeta Efraín Bartolomé en busca de armas es una prueba más de que en la llamada “guerra contra el narco” del presidente de la Nación, se ha perdido el rumbo –si es que alguna vez lo tuvo– y se dan sólo palos de ciego en busca de un enemigo de mil cabezas.

Al mismo tiempo, otro poeta, Javier Sicilia, señalaba, apenas con un día de diferencia, que se ha satanizado al Ejército en esta lucha contra el crimen organizado por parte del Estado desorganizado. Por más que la buena fe de un poeta clame por evitar ensuciar el “prestigio” de las fuerzas armadas, es evidente que desde 1968 el Ejército no tiene manera de limpiar su nombre, y jamás ha pedido disculpas institucionales por “seguir órdenes” y masacrar a población civil indefensa. Lo mismo podría decirse de la actual guerra contra el crimen organizado.

La violenta irrupción en casa del poeta Efraín Bartolomé es un argumento más en torno a la absoluta indefensión del ciudadano con respecto a la autoridad del Estado, que es la primera en violar las garantías individuales. No encontraron armas en casa del poeta, pero si hubieran buscado bien, seguro las habrían encontrado: plumas, hojas de papel en blanco, libros, he ahí las peligrosas armas en poder del escritor, que por la ignorancia supina de los cuerpos de “seguridad” del Estado no supieron reconocer.

Es obvio que ya no hay defensa posible frente al poder arbitrario del Estado, que como gallina sin cabeza, ataca a los ciudadanos de a pie, sin que medie investigación alguna ni orden de juez ninguno, de modo que el “imperio de la ley” tan cacareado por el presidente y sus subalternos simplemente no existe pues de origen, lo sabemos, jamás lo hubo.

En verdad esta llamada “guerra contra el crimen organizado” es una guerra perdida, y los defensores de la estrategia gubernamental sólo pueden atenerse a que las próximas víctimas no sean ellos, o sea alguien de su agrado, para así justificar lo injustificable. Y mientras eso ocurre, medios de comunicación, comunicadores, lamehuevos y lee-noticias se dedican a arrastrase tras la noticia de los probables candidatos a la Presidencia. Allí también se ve el desprecio del Cuarto Poder por el ciudadano de a pie.

Terrorismo contra Occidente, por José Manuel Recillas

Terrorismo contra Occidente
José Manuel Recillas

Pobrecito mi patrón,
cree que el pobre soy yo.
Alberto Cortés


El reciente atentando “terrorista” del grupo Individualidades Tendientes a lo Salvaje en un plantel del Tec de Monterrey parecería un acto fuera de lugar, especialmente porque México no es precisamente un país con desarrollos tecnológicos de vanguardia como podríamos imaginar. Pero el asunto me interesa no tanto por lo que estos “terroristas” “anarquistas” defienden, sino justamente por lo que los medios de comunicación, no menos que los aparatos de seguridad del Estado, han dicho de ellos.

La mayoría de los comentarios de periodistas, columnistas y lamehuevos de oficio se caracterizaron por su ligereza, torpeza y por su arbitrariedad. Desde la torpeza semántica de una Denise Maerker, que no acierta a dar pie con bola, y cita a Theodore Kaczynsky como antecedente de lo ocurrido en México, hasta el patético ejemplo de Martín Mendoza, en Radio Red, quien haciendo uso de habilidades tiranosáuricas para no tropezarse con su propia lengua o morir electrocutado con tanta baba, muestra su enciclopédica ignorancia, defendiendo rabiosamente la evolución tecnológica “que nos permite dominar nuestro entorno”.

El tono general hacia el atentado con bomba ha sido de descalificación, de tildar de “locos” a quienes decidieron enviar un artefacto casero contra el abuso de la tecnología, y arrastrados como Martín Mendoza ni siquiera entienden cómo es que alguien no podría sentirse beneficiado por vivir en un mundo tecnologizado en extremo como el que vivimos. Hay que estar loco para atentar contra las evidentes ventajas que el desarrollo tecnológico proporciona.

Pero lo que me llamó la atención en el caso del mencionado lamehuevos no fue solamente la vehemencia –que ya es característica inherente de los de su ralea– con la que defendió las ventajas de “dominar” –según él– nuestro entorno, sino algo más: este lengua de vaca profesional señaló que este ataque no era contra el poder (algún político o partido), contra grupos políticos, de algún estudiante resentido, y carecía de ideología (no es de izquierda ni de derecha, rebuznó el onagro).

La estupidez del arrastrado me pareció, como siempre en su caso, insultante. Ni por asomo se preguntó el por qué del hecho: simplemente tildó de locos a los integrantes de este grupo “anarquista”, dedicatoria con la que se descalifica a quien no se sienta agradecido por los beneficios del progreso.

Pero dado que este lamehuevos está más interesado en arrastrase ante cualquier poder, así sea intangible –¬en este caso el progreso–, no se percata de lo que sucede a su alrededor ni escucha sus propios rebuznos. Él cree, en su ignorancia enciclopédica, que no hay ideología ni orientación en estos ataques. Pero se equivoca. La fe en el progreso es una ideología, o para usar un término más sociológico, un sistema de creencia, y nació en Francia durante el llamado Siglo de las Luces, o Iluminismo.

Ya el mismo nombre nos indica este prejuicio de corte eurocéntrico de suponer que serán las luces las que iluminen al hombre para sacarlo de las tinieblas (o si se quiere ser muy platónico, de las cavernas), y que el conocimiento emanado de estas luces y de la razón conducirán al hombre al paraíso, más que la fe.

Pero esta fe en la razón no es menos supersticiosa que la fe a secas, y también tiene sus mártires y santos, e igual que aquella superstición que es la religión (“opio de los pueblos” la llamó, abusivamente, Marx), está basada en presupuestos insostenibles. Y en el mejor de los casos, en su nombre, “Progreso”, se han asesinado tantos seres humanos como en el caso de la defensa de la fe religiosa.

La idea de la emancipación del hombre de su eterna juventud e ignorancia, y de que el debate razonado llevará indefectiblemente al avance, y que todos los males y enfermedades serán salvados mediante el avance científico, no es menos absurdo que la confianza en una potencia divina todopoderosa y la ciega confianza en Su sabiduría. En ambos casos, se trata de una fe en algo que nadie ha visto y que no hay forma de comprobar.

Desde el Siglo de las Luces y desde la Revolución industrial, su corolario lógico, ni se han acabado los males, ni se han curado los padecimientos del hombre, y las matanzas de seres humanos, lejos de haber desaparecido, se han incrementado e industrializado, planificado meticulosamente. El término “limpieza étnica”, por ejemplo, es apenas un disfraz para ocultar el verdadero sentido de asesinato en masa, tal como Hitler lo hizo con los judíos, y como éstos lo hacen ahora con los palestinos.

La confianza en el progreso, la fe en que el avance tecnológico lo puede todo, es una fe tan absurda y ridícula como cualquier otra, e incluso, en un sentido narrativo, el conocimiento científico resulta empobrecedor. Tal fue mi propuesta, por ejemplo, en el establecimiento del marco argumental de la obra Sidereus nuncius que se estrenó en 2009 en la ciudad de México.

Dicha obra colectiva, pese a sus inherentes contradicciones –por ejemplo, el uso de tecnología de manipulación sonora de vanguardia para su representación, el uso de video de alta definición, rayos láser–, se basó en el siguiente argumento, que personalmente concebí:

Sidereus nuncius fue concebida como una lectura crítica de la obra original de Galileo, y en su concepción multidisciplinaria confluyen no sólo conceptos y vertientes estéticas diversas, sino también un deseo de oponerse al racionalismo secular y positivo que el pensamiento de Galileo inauguró. […] los elementos argumentales, que van desde el mito de la caverna de Platón y el gesto de Dios separando la luz de las tinieblas hasta la fundación de Babel y la multiplicación de las lenguas sobre el mundo, pasando por el mito de Ícaro hasta su evolución en el mito de Altazor, buscan ser una clave de lectura que invierta esta uniformidad de pensamiento que ve en el caos una desgracia y no el origen de la diversidad, y en la ciencia y el método científico reintroducido por Galileo el origen de la depredación del planeta.

Esto es exactamente lo que está detrás del atentado con bomba en el Tec de Monterrey: el rechazo no sólo a la tecnología avasalladora, sino a sus consecuencias: la depredación del planeta.

Señalé antes que el conocimiento científico es, en un nivel narrativo y emotivo, más empobrecedor que la narrativa mítica, incluso religiosa, que muchos racionalistas de petatiux (ateos en realidad) rechazan y califican de vejestorios y sin sentido. Pero no es así. Sólo piénsese en la siguiente comparación narrativa: los antiguos pueblos indígenas de México –y de casi cualquier lugar del mundo– consideraban que para todo había una deidad que hacía posible aquello: el crecimiento del maíz, por ejemplo, que estaba dominado por al menos cinco deidades. Y cada una de ellas estaba allí para que el hombre participara, y esta participación era indispensable, pues de otra manera no crecería el maíz. Había que conjurar al dios de la lluvia para que lloviera, y había que calmar al dios sol y reverenciar a la diosa luna, pues de lo contrario, el día no llegaría y la noche sería eterna. Esto es una narrativa emocional, enriquecedora, que relaciona al hombre con su medio y lo hace respetarlo. No es superchería. Pero la ciencia le dice al hombre moderno: no importa lo que hagas, la lluvia caerá, y no importa si haces sacrificios, sucederá, porque es un proceso físico de evaporación. Ni siquiera es necesario que lo veas, o que estés presente, de todas formas sucederá. Esto separa al hombre de la naturaleza, y le hace creer, como señalaba Martín Mendoza el lamehuevos –y muchos otros como él– que puede dominar su entorno. Esto se llama soberbia, locura, demencia, se llama eurocentrismo, positivismo, tecnologicismo, Frankeinstenismo.

Y todavía se preguntan estos lamehuevos cómo es posible que alguien no quiera vivir en ese mundo donde sólo falta el maná cayendo del cielo. Creen que los locos son aquellos que no aceptan las reglas del mundo hipertecnologizado y deshumanizado en el que viven. Pobrecitos. No entienden un carajo.

martes, 9 de agosto de 2011

NEBLINA MORADA, La emergencia de lo místico

NEBLINA MORADA
La emergencia de lo místico
Irving Ramírez


En tiempos en que la realidad se ha vuelto más virtual que la imaginación, que muchas cosas suceden lejos de la experiencia corporal, y que la aspiración es tocar esos objetos reales cada vez más exclusivos, cada vez más inaccesibles, cada vez más saturados del valor de la riqueza material, reaparece un nuevo designio humano: el nuevo misticismo. La espiritualidad que por un lado hace posible la poesía, por otro la filosofía amenazadas en estos tiempos oscuros, como en otras épocas, se rebelan y revelan como subversiones extrañas. Ha habido perennemente portadores de la luz interior, pienso en Tolstoi y su cruzada mística por la tierra rusa, en libertadores y en estadistas, en filósofos como Kieerkegaard, Wittgenstein, Benjamin, que apelando a un estadio religioso definieron una ruta del pensamiento moderno, sobre todo en las corrientes del ser. La poesía ha tenido esa cualidad de proveer de signos y sentido al espíritu, ha obrado como purificadora y como expiadora, ha esgrimido su talante teleológico, utópico, desde el romanticismo. Si el sinsentido aflora con la brutal embestida de la especulación financiera, con el sistema fincado en la ganancia y el flujo del dinero y la preponderancia de los negocios por sobre el bienestar humano, estamos ante esa cacería de lo irreal.

Paradójicamente, lo real es eso inaprehensible que religiones, filosofías, toman como eje de su naturaleza. Si hay la proclividad para desaparecer la poesía, la filosofía, y enturbiar y pervertir la religión, entonces la escalada es contra la espiritualidad. El hombre de hoy es menos espiritual, porque serlo no es cool. Hay la idea de los egoísmos como corolario de la vida moderna. Es tanta la desconfianza en la religiosidad que propicia burla, descalificaciones, escepticismo, y rechazo. Ya Kierkegaard en el siglo XIX decía que el hombre sin espiritualidad se ha convertido en una máquina parlante. Todo está permitido con tal de obtener lo que se desea. Esta espiritualidad en un sentido colinda con la inocencia. No de la ausencia de pecado y culpa, términos judeocristianos, sino con la esencia del ser. El amor, así como la aspiración de trascendencia, el sentimiento del tiempo, tienen que ver con esto. No es fortuito que la resistencia en el mundo provenga de seres espirituales. Reconstruir el humanismo, el ideario de búsqueda atañe a los artistas, a los padres, a los líderes. Pensar en un mundo mejor, donde el valor de todo, de las cosas y las personas proviene de su esencia, es, me parece, ese reducto intocado que aún se conserva en muchos.

Huelga decir que el cinismo es una constante, que los jóvenes rehúyen mirar hacia sí mismos, que nadie hace actos de contrición, que purificase por dentro es tarea de ascetas, budistas, y fanáticos. Que volver a los valores familiares, a la utopía toda, a la conexión con la naturaleza, al respeto por lo creado es irrelevante. Y, sin embargo, lo que empieza a gestarse es precisamente una respuesta a esto.

Es lógica esta revuelta de lo interno, ese apego a la solidez de lo invisible. Quienes pugnan por el amor real, por la obcecada tarea de interesarse por el otro, sea cuáles fuesen los resultados, optan por esta vindicación de lo secular y la restitución de cierta armonía perdida en el diálogo del universo. El espíritu, en estos tiempos, tiene la palabra. Y hablo del espíritu de las cosas mismas también, de los hechos públicos, de la mirada de cambio y de la enseñanza del perdón. La inteligencia es también una creencia: el punto en que la fe y la reflexión pueden coincidir. Son los puntos que unen, la instancia que trasciende y que instaura un poco de eternidad en la mirada.

domingo, 24 de julio de 2011

NEBLINA MORADA: Walter Benjamin, Narrador


En mayo de este año, tanto en este mismo espacio como en el blog hermano Crítica musical en México, publicamos, dos veces, un magnífico ensayo de nuestro amigo investigador y periodista Roberto García Bonilla en torno a la polifacética figura intelectual de Walter Benjamin y su relación, honda y brillante, con la música, pues el propio Benjamin fue compositor y autor de un polémico ensayo filosófico llamado Sociología de la música, y que es un clásico, aunque no sea propiamente sociología lo que en sus páginas desarrolla sino una cierta filosofía de la música. El ensayo apareció en dos versiones. Aquí mismo, en su versión íntegra, con numerosas notas a pie de página, para su descarga, en tanto en el blog hermano en una versión reducida para su lectura en directo. Ahora Irving Ramírez nos entrega una breve reflexión sobre otro aspecto, menos conocido, del gran filósofo alemán: su veta literaria como narrador. Para la consulta del otro trabajo, remitimos al enlace que aparece al inicio de esta presentación.

NEBLINA MORADA
Walter Benjamin, Narrador
Irving Ramírez

Hay una conexión entre su pensamiento crítico y filosófico y su narrativa. Si en el primero, la originalidad es escueta y esencial, donde prevalece la revelación que nunca termina y se queda abierta en la mente del lector, en sus cuentos y relatos recogidos en Historias y Relatos de Editorial Aleph, sucede lo mismo. Walter Benjamin en cada texto es un desafío a la lógica, y una introducción a los laberintos misteriosos de la vida. Sus relatos contados hasta con desenfado, pero con una prosa fina y exacta, narran esa parcela de lo absurdo, de lo reflexivo que linda lo filosófico, de la ironía natural. Precursor de la importancia de la imagen, traza estos retratos que en él devienen conceptos; su sentido de la sustracción lo lleva a
decantar sus relatos hasta hacerlos parecer inconclusos o truncos; sin embargo, en ese afán por el boceto hay una idea de un mundo incompleto de que toda historia nunca es conclusiva, como la realidad misma.

Theodor W Adorno, su discípulo y amigo, decía de él que “sus frases apelaban no a la revelación, sino a un tipo de experiencia que únicamente se distinguía del general por el hecho de que no respetaba las restricciones y prohibiciones a las que normalmente se somete la conciencia dirigida”. En uno de sus relatos por ejemplo, “Tener buena mano”, una charla sobre el juego es un dechado de análisis sobre la naturaleza del mismo, allí dice que es algo antinatural, que se trata del deseo referido a un futuro lejano y que se busca sentirlo de inmediato; que es cortejar el destino, y narra varias sorprendentes anécdotas; dice que un jugador de suerte actúa instintivamente, como cualquier persona en un momento de peligro creado artificialmente, y el cuerpo debe salir adelante sin contar con la cabeza.

Otro cuento es sobre los carnavales en Niza, donde diserta sobre la inocencia y la divide como dos esferas de absoluta inocencia, y ambas están situadas en la frontera en que nuestra estatura normal deja paso a lo gigantesco o lo diminuto; todo humano está afectado de culpabilidad afirma uno de sus personajes. El lenguaje se cierne sobre estas historias con su fuerza poética dicha como al pasar “las arrugas de la noble resignación”, o “cada siglo que pasa las cosas se vuelven más extrañas”. En ellas prevalece el engaño, el subterfugio, o donde los objetos adquieren un cariz mágico o revelador o hay parábolas judías, alegorías, hasta la experiencia con el hachís en ese cuento célebre “La Historia del fumador de Hachís”, donde menciona a Baudelaire, uno de sus autores dilectos. Cuentos como “El pañuelo”, “Una tarde de viaje”, “La advertencia”, “La muralla”, son exquisitos. Sorprende esta capacidad poco conocida del filósofo por la narrativa, donde no desmerece a sus otros textos, acaso con más vida hubiese podido crear una obra muy intensa y vasta, su capacidad de observación es legendaria, su afición por el detalle, su memoria erudita. Y, todo al servicio de esta prosa que en su parquedad gana en tensión y en efectividad.

Benjamin esculpe un universo satírico, donde lo menos que logra es la sonrisa del lector con su ingenio y malicia. Este libro desvela pues, el aura de las comicidades y de la poesía y nos las devuelve con su calidad de espejo intemporal y de inmutable belleza, como en el cuento “La Luz”, donde anota: “Esta luz -pensé- no les dice nada a quienes la tienen delante de sus ojos todas las noches, pero a mí, forastero en este lugar, me dice muchas cosas […] la luz que antes había divisado al nivel del suelo, era la luz de la luna, que ya se alzaba lentamente sobre las colinas lejanas”.

martes, 19 de julio de 2011

NEBLINA MORADA: Agustín Cadena: Los ritos de la mujer y sus universos prolíficos

NEBLINA MORADA
Agustín Cadena: Los ritos de la mujer y sus universos prolíficos
Irving Ramírez

Al leer un libro de Agustín Cadena (y cultiva casi todos los géneros: novela, cuento, poesía, ensayo), uno halla una constante que lo define: la presencia de la mujer como universo plurisignificante. El misterio vuelto mito, o trasvasado por la inaprensible naturaleza que lo desplaza. Su libro de cuentos Ritos de inocencia (Feta 1994), ya anunciaba esa recurrencia, pero asimismo, poseía el vuelo de la madurez temprana, solo había publicado una plaqueta en 1993 Orgía de palomas. Pero es en la narrativa donde adquirirá ese territorio propicio para su expresión literaria. Los cuentos de este volumen son tan intensos, elaborados con tal maestría que, acaso, superan a otros más recientes donde nuestro autor vira hacia temas más universales y mitológicos, los contenidos en el libro Fábulas del crepúsculo, editado por Ficticia en 2003.

Hablamos de dos periodos distintos, el primer libro es coloquial, de temas sencillos, pero tratados magistralmente con harta inteligencia y muy sugerentes, poseen eso que se llama ambigüedad, y la destreza de permitir inferir más allá de sus tramas, un desenlace, un motivo, una interpretación. Los segundos, hurgan en la tradición, en la erudición, y se adentran más en terrenos intelectuales, interesantes sí, pero encaminados a un lector más avezado e informado. Algunos con raíz épica. Intemporales. Pero prevalece esa idea de lo femenino; dice por ejemplo en el cuento “La isla”: “La homosexualidad femenina —se dijo en aquellos días— es necesaria para los hombres: nos impide olvidar que hay áreas de la existencia de la mujer absolutamente inaccesibles para nosotros”. En el primer libro, el cuento “Los gatos”, es espléndido, relaciona la pareja de gatos de una casa con la relación de sus amos humanos, y es tal el entretejido de la acción que uno se confunde sobre a quién se refiere, ambos practican la misma conducta. Escribe, por ejemplo: “Nos entendemos con miradas (ya es hora de que te vayas), con gestos (tengo hambre, tengo sed, quiero hacer el amor), con gruñidos (no hagas eso), con silencios (hoy no quiero hacer el amor)”. ¿Los humanos o los gatos?

En su vasta obra, la novela juega un papel predominante, allí ensaya diversas formas narrativas: la novela negra, el subgénero erótico, la Bildungsroman, etc. La lepra de San Job, que sigue el paso de una mujer a la que asocia con la ciudad y se vuelve obsesión en el protagonista, Y es Londres: un homenaje a Dickens, a la novela inglesa. Con su dosis de tensión urgente.

La otra novela que quiero comentar es Tan oscura, editada por Joaquín Mortiz/Planeta, esta es en la ciudad de México, un trío amoroso, donde llevan al límite su relación extraña. Julia se prestará al juego y como Paul Ree, Nietzsche y Lou Andreas Salomé, dejará que afloren las bajas pasiones de los tres, los rencores, las disputas, las rivalidades, y las experiencias límite en un juego de poder y seducción. Y otra vez es la mujer el eje alrededor del que gira toda la trama.

Agustín Cadena ha escrito libros para niños, no solo cultivó la inocencia subvertida de su primer libro de cuentos, sino que apeló a la inocencia original de los infantes con esa novela también, sobre el gato, otro de sus temas predilectos: La guerra de los gatos, que narra la lucha de clases entre los mininos. En su delicioso libro de ensayos Gordasm feas y chismosas, editado por Arlequín, continúa con su tema favorito, la mujer, y la trata con respeto a pesar de entrar al terreno de la parodia, el universo femenino de la mujer, y lo hace con solvencia; anota, por ejemplo: “La culturista, en cambio, utiliza el gimnasio para olvidar la precariedad de su cuerpo. En griego narcisismo, proviene de la misma raíz que narcosis. La narcisista contempla su cuerpo —la parte más superficial y perecedera de su ser— para olvidar que va a perderlo. En cambio la mujer gorda, olla redonda, nube grávida, ámpula de dulzor, está vacunada contra el narcisismo, y contra los remilgos de la espiritualidad. Su cuerpo luce inflamado de amor y, gracias a él, disfruta intensamente los placeres de la gula y de la carne (both meat and flesh), inaccesibles al estoicismo vegetariano”.

Trata temas como la fealdad, la gordura, el maquillaje, y el chisme. Sus aportes eruditos y críticos son harto punzantes. No obstante, en esta obra que apela al mundo femenino en su diversidad semántica, deja la idea de lo inacabado. Son solo aproximaciones, atisbos que nos permiten, acaso, acceder de manera más profunda al mundo fascinante femenino, de manera punzante y critica pero que acerca lo incognoscible de esta naturaleza de la mujer que se diversifica y se multiplica en interpretaciones ambiguas y contradictorias, pero asaz fascinantes.

Agustín Cadena nació en Ixmiquilpan, Hidalgo, en 1963. Novelista, cuentista, ensayista, poeta y traductor, además de profesor universitario de literatura. Ha publicado más de veinte libros y ha colaborado en más de cincuenta publicaciones de diversos países. Premio Nacional Universidad Veracruzana 1992, Premio de los Juegos Florales de Lagos de Moreno 1998, Premio Nacional de Cuento Infantil Juan de la Cabada 1998, Premio Netzahualcóyotl del Gobierno de Hidalgo 2000, Premio Timón de Oro 2003, Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí 2004, Premio Nacional de Cuento José Agustín 2005, Premio de Poesía Efrén Rebolledo 2011. Parte de su obra ha sido antologada y traducida al inglés, al italiano y al húngaro. Cadena impartirá el curso “Historia del Adulterio en la Literatura” del 1 al 5 de agosto en la Escuela de Escritores y Cinematografía Sergio Galindo de la SOGEM-Xalapa, cupo limitado.

domingo, 10 de julio de 2011

NEBLINA MORADA: Sexto aniversario de la Escuela de Escritores Sergio Galindo de la SOGEM-Veracruz

NEBLINA MORADA
Sexto aniversario de la Escuela de Escritores Sergio Galindo de la SOGEM-Veracruz
Irving Ramírez



Fue el año 2005 cuando se inició el proyecto de ofrecer a los veracruzanos una oportunidad para adentrarse en el mundo de la literatura sin necesidad de titulo universitario. Comenzó como una secuela de la fundada en Torreón unos años antes. Se trataba de una buhardilla por el mercado de la Rotonda en Xalapa, donde se gestó una dinámica interesante; allí llegaron escritores de renombre a impartir cursos y talleres como Ana García Bergua de novela, Mario González Suarez de novela, Eduardo Casar de narrativa, Efraín Bartolomé de poesía, Alberto Chimal de cuento fantástico, Armando González Torres de crítica literaria, y artistas locales como los legendarios Paco Beverido, Abraham Oceranski, Laura Moss en teatro, y Malva Flores en poesía, y José Luis Martínez Suárez en poesía. Han surgido más de 4 generaciones de alumnos, han ganado premios y becas, han publicado en revistas y suplementos, han terminado un libro. En este lapso hemos organizado lecturas de poesía, de cuento, mesas redondas, ciclos de cine, obras de teatro, bailes ochenteros, tocadas de trova, participado en las ferias del libro de la universidad veracruzana e infantil y juvenil del IVEC. Se lee como en ningún lugar en el estado, se discute, se fraterniza. Los maestros jóvenes son una garantía: Emmanuel Ruiz el más antiguo, Fidel Carlón Solís, Alexandro Arana O., Ana Balderrama, Angélica López Macías, Elsa Leticia Arguelles, Bertin Ortega, Axayacatl Castañeda, Enrique González, Nelly Torres, etc. Desde hace un año contamos con el suplemento literario Jardín Secreto que publica textos de los alumnos en todos los géneros, y de escritores de trayectoria.

La escuela ahora en el barrio de Xallitic en el centro histórico (Juan Álvarez núm. 1, esquina con Salonio), es ya una referencia. Se han impartidito aparte del diplomado, cursos ya permanentes de filosofía contemporánea, una materia amenazada y necesarísima que está al alcance de toda la población, redacción avanzada que se centra en la práctica constante de la escritura, la aplicación de reglas de gramática y sintaxis, y la elaboración de documentos y textos, el curso de guion de cine y cortometraje que ya ha generado un banco de guiones con una calidad aceptable. Y, la aceptación de la comunidad del estado, han llegado alumnos de Córdoba, Puerto de Veracruz, Perote. Misantla, Altotonga, Coatepec, que viajan cada semana para participar. La diversidad de alumnos es sorprendente: maestros, abogados, médicos, arquitectos, contadores, empleados, comerciantes, amas de casa, estudiantes, funcionarios, etc. Y las edades desde niños para los talleres infantiles hasta adolescentes y adultos y gente madura. Se han impartido cursos de cine, de dirección, de actuación, de encuentre, de producción por especialistas entre ellos, Ricardo Benet, Miguel Ángel Llera, Daniel Arteaga Ruiz, Fabrizio Prada, Aarón Campos., y Beatriz Novaro, siendo la primera escuela de cine del estado de Veracruz.

La escuela sobre todo ha mantenido un espíritu libre, propositivo, de intensa actividad creadora, hecha por xalapeños, ha crecido y mantenido una calidad. El diplomado en creación literaria, retoma su horario entre semana los lunes y martes, y continua el tradicional del sábado, allí se llevan talleres base de cuento, novela, poesía, guion que cada semestre especializan sus contenidos, redacción, filosofía, dramaturgia, historia del arte, ahora corrección de estilo, y diseño editorial, y novela corta, poesía moderna europea, un seminario de El Quijote, entre muchas otras. El reto es que escriban, escriban y escriban, que corrijan que ensayen técnicas y formas, que conozcan la teoría de la novela, la poesía, el cuento, que devoren a los maestros. Estos años se han formado grandes lectores, y no pocos escritores que realizan su work in progress. Celebraremos con un curso de Agustín Cadena, quien viene de Bélgica, La historia del adulterio en la literatura, y que con él reiniciamos la invitación a escritores de renombre para cursos breves. Asimismo, realizaremos un baile retro ochentero en agosto para dar la bienvenida al nuevo semestre y conmemorar esta fecha mágica nuestra. El diplomado que inicia en agosto ya está en periodo de inscripción todo este mes. Gracias a los veracruzanos que son grandes lectores, y buenos escritores y que enriquecen este noble proyecto alternativo. Nuestro deber es: amueblar el silencio, porque la literatura es el lugar más entrañable de la existencia.

domingo, 3 de julio de 2011

NEBLINA MORADA: El amor y los filósofos

NEBLINA MORADA
El amor y los filósofos
Irving Ramírez

Un tema proscrito de la filosofía ha sido el amor. Tal vez por su naturaleza personal y diversa, por su ascendencia democrática, por su evanescencia, y considerársele vulgar, no fue considerado por nadie, salvo Platón con su mito del andrógino original y la busca de la mitad pérdida, esa nostalgia que permea en todos, o su reaparición en Giordano Bruno, que lo definía como un amor metafísico, o la radical y conservadora de Schopenhauer que remitía su aparición solo como pretexto para la reproducción y la preservación de la especie. En tiempos nuevos, Roland Barthes lo estudió como una estructura de poder y lo fragmentó en relatos. El amor como algo marginal e irrecuperable. Incluso desterrado del ámbito del conocimiento, de la inteligentsia. Sin embargo, quien refrescó la reflexión sobre este sentimiento y dotó de una nueva mirada, tal vez muy polémica, es el extraordinario filósofo austriaco Otto Weininger, más conocido por ser el profeta de la misoginia y el antisemitismo, pero que creó una plataforma conceptual muy vasta sobre los seres humanos modernos. Y el amor fue uno de sus ejes.

Su postura es altamente inquietante, dice por ejemplo que el amor es la ausencia de deseo sexual, que incluso se contraponen, que quien ama no desea, y quien desea no ama. Que cuando alguien ama, busca en el otro lo que hay de sí mismo, es decir, se ama en el otro. Con estos dos conceptos dinamita las certezas más añejas de Occidente sobre el amor. Es un revolucionario, sus tesis las desarrolla con harta lucidez y ejemplifica. Ese libro brillante, Sexo y carácter que escribió a los 22 años y que lo encumbró entre los más importantes filósofos de la modernidad, habría de prevalecer por mucho tiempo como un ejercicio de criba filosófica, y lo erigió como filosofo maldito. Dice cosas tan extrañas e interesantes como estas: “la atracción sexual crece con la proximidad corporal, el amor es más fuerte en ausencia de la persona amada, necesita de la separación, de una cierta distancia para subsistir… Existe también el amor platónico, aun cuando lo nieguen los profesores de psiquiatría.” Su postura erradica los matices, y además, va contra el psicoanálisis, del que fue contemporáneo. Por ello Karl Kraus lo admiraba, y todos esos grandes hombres lo respetaban, incluso el mismo Freud. Llega a afirmaciones como esta: “la idea trascendental del amor, si es que existe, sólo puede darse en el amor hacia el valor infinito, esto es hacia lo absoluto, hacia Dios, o en la forma de amor hacia la belleza absoluta y sensible de la naturaleza en su conjunto (panteísmo); el amor a una cosa en particular, incluso a la mujer, es ya una decadencia de la idea, una culpa”.

Siguiendo esta idea, la película Los amantes de María, de Konchalovski, sería un ejemplo: el esposo que persiguió a la mujer años, al casarse con ella no puede tocarla y prefiere huir dejándola con el ardor del sexo intacto. La ama tanto que no puede mancillarla. Esto quizá explicaría la infidelidad de algunos: aman a su mujer pero desean a otras, separan los ámbitos. Por eso Don Juan y Casanova serían dos paradigmas de la concupiscencia, que no del amor. Buscan afanosamente el amor pero ignoran que no está alojado en el sexo y por eso se pierden en la diversidad y la frustración. O, tal vez su desgracia sea —anota— que aquellos que en nada se interesan, tienen incapacidad para el amor.

Weininger concibió esta obra maestra a los 22 años, a los 23 se suicidaría en cuarto de hotel donde murió Beethoven. Se le recuerda por su antisemitismo, por su misoginia acendrada, y por su brillantez filosófica. Sus tesis sobre el amor, en general, merecen ser discutidas. Termino con una de sus ideas: “El amor es la suprema y más vigorosa manifestación de la voluntad para adquirir un valor, por esto se manifiesta en él más que en ninguna otra cosa del mundo la verdadera esencia del ser humano, que oscila entre el espíritu y el cuerpo, entre la sensualidad y la moralidad, y que participa de la divinidad y de la animalidad. Solo cuando ama el hombre es tal como es. Así se explica que muchos individuos comiencen a creer en el propio Yo y en el Tú ajenos tan solo cuando aman”.

Yo creo que el amor es más que un sentimiento: filosofía intrínseca, filosofía inmanente, filosofía inocente y autónoma, que emplaza a la reflexión de un cuerpo y una conciencia más allá de si misma.