Participante de la reciente marcha contra la violencia y la inseguridad que se verificó en la ciudad de México y otras importantes ciudades del país, así como en el extranjero, el poeta Jorge González de León compartió con Poetas en la web este poema en prosa.
Detrás del velo
Jorge González de León
Despierto y siento el dolor de los hombres y las mujeres buenas de este país. Pienso en el otro lado del velo. Pienso en los hombres y las mujeres que, vestidos de blanco, piden en silencio la paz. Se me viene encima el horror de la situación por la que atraviesa nuestra tierra, ahorita, en medio de las jacarandas más bellas que yo recuerde. Me suenan al oído palabras inquietantes: "el llano en llamas", "bajo el volcán", "diles que no me maten"; pero ahora me suenan más elocuentes los actos de violencia y sobre todo el desafán. Pienso en mis hijas y en los hijos de mis hermanos y en los hijos de mis amigos, pienso en mi ahijado, en mis compadres, en la hermana de Juan. Sueño con ideales cada vez más lejanos, y me inclino y lloro. Pienso en la indecible tragedia que encierra la muerte de un joven. Busco en vano entre mis libros alguno que ilumine tanta oscuridad. Escucho los verdaderos toquidos a la puerta de un país sin verdades y cada vez con más hombres innobles y sin corazón. Me pregunto si alguien nos mira desde el otro lado del velo.
Ya no me asombran tanto las cifras como la desidia y la indiferencia con que hemos aprendido a recibirlas (cuando no nos negamos a verlas); me asusta este país donde los hombres y las mujeres han dejado de tener palabra; donde se anida el peor miedo de todos, el miedo al futuro; donde ya no se puede arrullar a un niño con un "ya va a pasar"; donde no se puede aspirar más que a la comida diaria y frugal; donde el progreso es desesperación que avanza como ninguna otra cosa; donde la esperanza se vuelve indebida, casi ilegal; donde se desprecian las palabras útiles y buenas y hermosas;donde se premian sólo la avaricia y la obediencia; donde los servidores públicos se abrogan el papel de patrón; donde se asesinan jóvenes y se violan mujeres; donde la vergüenza es moneda de uso común. Pienso en los que se han ido, en los padres y en los abuelos, sin nostalgia, en lo que dirían de lo que sucede en estas tierras tan trabajadas, tan desoladas desde el otro lado del velo. Pienso en los jóvenes que voltean a nosotros y preguntan ¿por qué? Pienso en qué hacer y en qué palabras usar. Y me inclino y lloro.
Ya no me asombran tanto las cifras como la desidia y la indiferencia con que hemos aprendido a recibirlas (cuando no nos negamos a verlas); me asusta este país donde los hombres y las mujeres han dejado de tener palabra; donde se anida el peor miedo de todos, el miedo al futuro; donde ya no se puede arrullar a un niño con un "ya va a pasar"; donde no se puede aspirar más que a la comida diaria y frugal; donde el progreso es desesperación que avanza como ninguna otra cosa; donde la esperanza se vuelve indebida, casi ilegal; donde se desprecian las palabras útiles y buenas y hermosas;donde se premian sólo la avaricia y la obediencia; donde los servidores públicos se abrogan el papel de patrón; donde se asesinan jóvenes y se violan mujeres; donde la vergüenza es moneda de uso común. Pienso en los que se han ido, en los padres y en los abuelos, sin nostalgia, en lo que dirían de lo que sucede en estas tierras tan trabajadas, tan desoladas desde el otro lado del velo. Pienso en los jóvenes que voltean a nosotros y preguntan ¿por qué? Pienso en qué hacer y en qué palabras usar. Y me inclino y lloro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario