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martes, 3 de mayo de 2011

NEBLINA MORADA: El doble como enemigo; el doble como complemento


Poetas en la web
se enrogullece en presentar nuestra primera columna de opinión permenente, Neblina morada, con evidentes ecos rocanroleros subversivos (pues es también el nombre de una variedad de cannabis) y que desde esa referencia inter-extra-multi-musical busca establecer relaciones y lazos interdisciplinarios para enriquecer y favorecer la reflexión y el diálogo intercultural. La columna está a cargo de Irving Ramírez, cuya presencia periódica, tan periódica como sea su voz y su enterza, nos honra profundamente.



El doble como enemigo; el doble como complemento
Irving Ramírez

para Bárbara


El tema del doble fascinó al psicoanalista ex secretario de Freud, Otto Rank, al grado de escribir un ensayo crítico sobre el tema donde abordaba en términos psicológicos, etnológicos, míticos y literarios el asunto. Allí, realizó un agudo viaje por la cultura occidental y la literatura: Hoffmann, Dostoievski, Goethe, entre otros aparecieron con sendos textos de ficción con este personaje que el vienés remonta a los pueblos antiguos con los mellizos, la sombra; y que yo asocio más recientemente, con el aura como lo concibe Walter Benjamin (como la “aparición irrepetible de una lejanía por muy cercana que pueda estar”), y esa aura sería, no sólo para el arte como lo maneja el filósofo, sino para la conciencia, según mi idea.

Los enemigos se desdoblan: Thor y Loki, Batman y el Guasón, Héctor y Aquiles, pero como decía Cioran: “dos enemigos es un mismo hombre dividido”. El antagonista es el doble necesario, entramos al terreno del Doppelgänger, es decir la dualidad intrínseca al ser, y que lo retoman en el siglo XX, autores como Borges, Cortázar, Sillitoe, Saroyan, García Ponce de manera central: el doble ya no solo es un humano, sino un gato, un tigre, un fantasma. Dicen que todos tenemos un doble en el mundo.

Carson Mc Cullers escribió una novela muy ilustrativa del doble en El corazón es un cazador solitario, con dos amigos que se corresponden. Como se da entre hermanos también en otros lados. En el amor es el yo el que afanosamente busca fundirse en el otro, su doble opuesto para fundirse y confundirse en el abrazo, y en la relación de auras. Ese fuego irrepetible que solo así se gesta como coartada contra el olvido.

El doble es mágico, como cuando se acuña en un contexto antropológico, y cuando se instaura en el imaginario como cultura. Así en varias tribus remotas se cree que quien no posee sombra debe morir. O también la idea de que la sombra es el doble spiritual del individuo. Allí entra ese contagio que estudió Frazer en su Rama dorada, el fetiche y la metonimia como corolario del castigo. Sin embargo, el doble es incluso un recurso inconsciente atávico de los enamorados: llegan a perecerse, a compartir hablas, maneras, gestos. Esto habla de identificación plena, de contagio emotivo, de acuerdo tácito. Una bifurcación por fusión, una aspiración de unicidad dividida.

El aura irrumpe aquí como esa parcela solo entrevista en el hallazgo amoroso. Lo opuesto sería la sombra, la del némesis y sus pugnas internas, tal vez consigo mismo, como lo señala la tradición de los conflictos personales o psiquiátricos. Todo lo que significa el yo bifurcado, el espíritu en marcha, el sendero del miedo, podría ser ese doble inédito.

Me quedo con el resguardo del amor como prolongación del aura. Una re memorización que fascina.

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